En economía el concepto de ahorro se entiende como aquella parte de nuestro ingreso que decidimos no consumir en el presente y por lo tanto, lo “guardamos” para el futuro.
La decisión de ahorrar no define en sí misma el tipo de ahorro a generar en la economía, sino la forma en cómo lo preservamos. Puede ser que una parte del ahorro lo depositemos en un banco; otra parte lo guardemos en forma de una moneda extranjera que para nuestro caso podrían ser euros o comprando metales preciosos como el oro y la plata; otra parte lo preservemos adquiriendo activos físicos y el resto, lo guardemos debajo del colchón. Es decir, que el tipo de ahorro, real o financiero, se define por la decisión de ahorrar y por la decisión de cómo ahorrarlo.
Lo importante es señalar que sólo la fracción que decida depositar en el banco formará parte de lo que conocemos como “ahorro financiero”. En otras palabras, son aquellos ahorros intermediados por nuestro sistema financiero cuando adquirimos activos financieros como depósitos, certificados, bonos, títulos.
En cambio, el ahorro real es todo aquel consumo diferido que resguardamos de diversas formas, por lo que el ahorro real incluye al ahorro financiero.
A nivel de toda la economía, el ahorro nacional proviene de la parte del ingreso nacional disponible no consumido por todos los agentes públicos y privados. Dicho ingreso se deriva de la venta de la producción de bienes y servicios, más los ingresos netos de factores del exterior (remuneraciones, comisiones e intereses), más las transferencias corrientes netas del exterior (como las remesas familiares).
Ahora bien, el ahorro nacional también puede clasificarse en ahorro privado y ahorro público, desagregando el ahorro privado en personal y empresarial. Pero tanto el sector privado como el público toman decisiones sobre su ahorro al optar por ahorro real o ahorro financiero, que en ambos casos permite el consumo futuro de bienes finales, intermedios o de capital que estimulan la inversión productiva y el crecimiento económico.
Lo importante es detectar que el ahorro individual de las familias (real y financiero) ayuda a mejorar los ingresos futuros y prepararse para eventos inesperados, logrando así una mayor estabilidad del consumo presente y futuro de los hogares. El ahorro nacional permite mejorar los niveles de inversión productiva y por ende del crecimiento económico nacional.