Todos sabemos que el retiro es una etapa en la que normalmente dejamos de generar ingresos regulares por el trabajo, por eso es importante que lleguemos a él con los ahorros suficientes para vivir tranquilos y cómodos. Una forma de lograrlo es destinar, desde el inicio de nuestra vida laboral, una parte de nuestros ingresos al ahorro, para garantizar que disfrutaremos mejor calidad de vida en el futuro.

En México hace falta mucho trabajo para crear conciencia y fomentar una cultura del ahorro, y con ello, reducir la brecha entre la intención y la acción de ahorrar para nuestro retiro. Entre estudiantes universitarios, trabajadores activos y adultos en edad de retiro, la gran mayoría de los mexicanos no planeamos ni ahorramos para nuestro futuro.

Sabemos que el presente es muy importante y que tus recursos están destinados para los gastos diarios y los planes a corto plazo, como comprar un auto, pagar colegiaturas y créditos, o incluso ese viaje que tanto deseas hacer, sin embargo, ahorrar para estas metas es tan importante como ahorrar para que cuando tengas 65 años no dependas de tus hijos o algún familiar y seas una persona mayor económicamente autosuficiente.

El retiro es para disfrutar tu tiempo, realizar sueños y planes que dejaste pendientes mientras trabajabas, viajar a esos lugares que no habías podido ir, o bien, seguir trabajando, pero de manera opcional, no porque “no haya de otra” y no cuentes con los recursos.

Desafortunadamente el retiro ya no es lo mismo que en la época de nuestros planes. Hay una inmensa diferencia entre la forma en que nuestros padres se van a pensionar y la forma en que nosotros lo haremos.

Si nuestros papás cotizaban al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) tenían derecho a una pensión pagada por el gobierno. Para poder reclamarla debían acumular 500 semanas de trabajo (diez años aproximadamente) y tener 65 años de edad. Con esos dos requisitos ellos podían acceder a una pensión de hasta el 100 por ciento de su salario (el salario promedio que hubiesen tenido en los cinco años previos a la fecha de retiro).

El 1 de julio de 1997 entró en vigor una reforma al sistema de pensiones y modificó el hecho de que las personas que comenzaran su vida laboral a partir de esa fecha deben trabajar 1,250 semanas (alrededor de 24 años). Más del doble de tiempo que nuestros papás.

A tu cuenta en la Afore se abona el 6.5 por ciento de tu salario base de cotización. Eso significa que, si ganas 7 mil pesos al mes, la aportación mensual para tu retiro es de 455 pesos. El dinero que ahorres en tu Afore más los rendimientos que genere te alcanzarán, en el mejor de los casos, para tener una pensión de apenas 26 por ciento de tu último salario.

Lo recomendable es que una pensión sea por lo menos del 70 % de tu último sueldo, según cálculos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

Si quieres acercarte a ese porcentaje, es necesario que ahorres entre 13 y 18 por ciento de tus ingresos desde que tienes 25 años y hasta que cumplas 65, calcula la OCDE.

Es momento de olvidarte de la idea de que el retiro es un asunto que debe comenzar en un futuro. El ahorro para el retiro es un asunto que debe comenzar desde los 25 años o, en el mejor de los casos, desde que comienzas a trabajar.

No sacrifiques tu futuro y acércate Fitz para que te ayudemos a diseñar la mejor estrategia para tu retiro.